domingo, 9 de marzo de 2008

MHD

Estaba en el Monumento a la Revolución, con la gente del Seco, del Movimiento Huasteco Democrático --así se llaman y su banderita es un solesote amarillo sobre la tierra roja con tres brazos levantados empuñando machetes en primer plano y en perspectiva; "pues... se le ocurrió a un borracho", me dice el Seco-- ayudando de organizar un poco a las personas que asistirían a la toma de posesión como "Presidente legítimo" de ya saben quién cuando, de repente, me dieron muchas ganas de ir al baño. "Váyase por ahí a la izquierda, al final hay baños" y seguí las indicaciones pero no encontraba nada, caminando sobre esa vuelta a la izquierda, me encontré un camión de gente que se había atorado una ventanilla en un tocón principal (les parece de lo más normal quitar absolutamente todas las ramas a los colorines plagados), y como traía cargando la cámara fotográfica, me dije, "es una bonita foto de gente del trabajo en equipo, esas personas jalando el tocón semimuerto del colorín, mientras el chófer maniobra para sacar al móvil del problema", me di el tiempo para tomar una buena foto, en fin.

Pasé varios restaurantes en los que expresamente decía "Evítenos la pena de negárselos, el baño es sólo para los clientes", yo pensaba que si algo les daría pena, era dejarme orinando en medio de los comensales. Como sea, respeté sus malditas reglas y seguí caminando hasta topar con la Calle de Insurgentes, aquí mero, pensé, hace rato compré el rollo de la cámara en un Sanborns de por aquí, ahí voy a hacer del baño. Y con un caminar bastante raro, recorrí una buena parte de Insurgentes hasta llegar a un Sanborns que no era el mismo en el que había comprado el rollo, y más importante aún, un Sanborns que no tenía un baño para los clientes... o acaso no estaba a la vista de la clientela, en tal situación no tendría que ser para uso de los clientes.

Ya dolía un poco aguantarse. Así que pregunté por el Sanborns más cercano y me dijeron que estaba en Buenavista, cerca de la Biblioteca José Vasconcelos; para allá caminé sintiendo un globo repleto de agua en la parte inferior del vientre, "aguanta, corazón, no seas cobarde..." canturreaba, y a la par, me seducía como nunca antes la idea de orinar en la banqueta, en la calle, en una llanta de camión, en el espacio limitado de entre dos autobuses, en un arbolito, en un tocón, pensaba en orinar en todos lados, pero estaba maldito sobrio, siempre que he orinado así o tenía menos de 11 años (y en tal caso la gente comprendía que era un niño que controlaba sus necesidades fisiológicas, pero que tenía un límite) o estaba ebrio aunque fuera un poco (y en este caso, ahora ya la gente pensaba que era un degenerado, un vulgar, un desafortunado, un hombre con pene mediano, un hombre con pene chico, un hombre con pene grande, un atrevido, un "mión", un ebrio, etc. pero no me importaba). No tenía ninguna oportunidad de regresar ni mentalmente a un estado de 9 años, porque esos trucos de charlatanes en la televisión son trucos de charlatanes en la televisión, ni traía encima alcohol, pero en caso de traer por ahí un pomo, me di cuenta irremediablemente, que el estado de ebriedad no justifica sino empeora, el hecho de echarse una firma en la vía pública. De revelaciones lógicas me harté cuando llegué al Sanborns: estaba cerrado.

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¡Putísima madre! Se me empezó a inflar más el vientre y ya se notaba mi vientre inflamado. ¡Además no era el pinche Sanborns que estaba buscando! ¡Y, jodido 20 de noviembre. Todo estaba cerrado! "Vamos, Yasser, no te desesperes, puta madre, vas a encontrar un lugar cercano, ¡chingada madre!, no puedes hacer del baño en la calle, ¡¡su reputa madre!!". Se me ocurre buscar el ticket de compra en mis pantalones y veo la dirección del "pinche" Sanborns al que fui, que tenía baño, lo recuerdo perfectamente porque el Seco, cuando andaba con él, decidió que era buena idea entrar y desafanarse de sus necesidades primarias. "¡PRIMARIAS!". Doblé en la esquina a la derecha y me dispuse a caminar hacia Reforma, ahí encontraría el jodido baño que ya anhelaba. "Ja-ja", me reía de dientes para afuera y de vejiga hacia el alma, "ojalá me salga un gerente mamón de Sanborns exigiéndome el ticket de compra, de seguro le cuestionaría '¿de verdad es necesario ver el ticket de compra para saber que soy un cliente?' y el me respondería sin pensarlo mucho --por mi gorra de la CCCP-- 'Por supuesto, señor', 'Entonces es absolutamente necesario, ya veo', 'Así es, señor'. Y con la soberbia de la que sólo en el inconsciente gozamos y de la que nunca podemos hacer uso en la vida real y por eso es tanta, sacaría el ticket y lo echaría al suelo, yo todo enojado, cuando mientras el gerentillo lo estuviera aún viendo caer yo ya iría en las puertas de salida con un caminar laxo y petulante. ¡NO MAMES, NO PUEDE SER!". Me dí cuenta que mientras había pensado eso iba a terminar de recorrer la primera de las 7 cuadras que me llevarían al baño tan necesitado. "Imposible, no voy a llegar, pero aquí está bastante bien y no hay mucha gente alrededor...", y apenas dispuesto a hacerlo buscando el mejor sitio para no ser sorprendido, me doy cuenta que un autobús habría las puertas para que salieran los viajantes. "Tengo que orinar, tengo que orinar, tengo que orinar, tengo que orinar, tengo que orinar, tengo que orinar, ¡¡¡¡¡tengo que orinar!!!!!", me decía mi cuerpo y mi alma; mientras volteaba a todos lados tratando de localizar el mejor sitio para hacerlo, lo encontré y casi corrí hacia él.

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"¡Aquí, ah, ah!", eso sí lo dije con voz alta, irremediablemente. Me apresuré a sacar el miembro para orinar, lo hice discreta y desesperadamente. Entre dos autobuses vacíos estaba seguro, muy pocas personas podrían verme. Comenzó a fluir la orina, mientras sentía cómo se reducía el tamaño de mi vejiga, levanté la cara al cielo y sólo vi la copa de un árbol apenas más alto que los buses, sentía cómo fluía energía por mi espina dorsal, una vez más me alcanzaba el cerebro para pensar "Uuuh, si no existiera este momento me masturbaría a diario", mi cuello estaba estirado y aunque el espacio era reducido y me salpicaba los tenis,"!Ahh, qué putas me importa!", no me importaba. Era divino. Es que sí es una lluvia dorada, no importa dónde se precipite ES UNA LLUVIA DORADA. "¡PERO QUÉ ESTÁS HACIENDO AQUÍ, CABRÓN! ¡ÁNDALE, YA SACASTE BOLETO!"

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- ¿Pues qué se cree mi jefe?
- Eh, nada. Checando cómo está mi autobús, parece que alguien... vino a hacer sus porquerías aquí... por eso odio esta pinche ciudad, es tan sucia y los chilangos son tan...
- ¡Hey, hey, hey, párele!

Me lo dice mientras me sale el último chorrito de pipí, ese chisguetito final que se lleva el último suspiro como de un amor corporal inexplicable ni con lenguas adornadas con poesía. Pero en este caso, fue un chisguete traicionero ese.

- ¡Mira nada más, guero! ¡¿Cómo que está orinando en la vía pública?! Noooo, mano. Ese es un delito que le va a costar...
- ¿Orinando?
- ¡No me diga que se va usté a hacer pendejo! Pues si lo agarré con las manos en la ma...cana. ¡No sea descarado hombre!
- Pero si yo no estoy orinando, señor policía.
- ¿Tons que está haciendo?
- ...
- ¿Eh? ¿Qué estaba haciendo?
- Ehm... ¡estoy llorando!
- ¡¿Cómo que llorando?!
- Estoy llorando.
- Pues no parece que usté'sté llorando.
- Estoy llorando.
- Pues no lo parece.
- ...
- ...
- ...
- Entonces esta-usté llorando.
- Así es oficial.
- ¿Y siempre llora por la verga?
- Sí.
- ¡Ah, ya no mames, ¿en serio?!
- Sí.
- Llora bien amarillo, jefe.
- ...
- ¡Y no me diga, mea por los ojos!
- No sea ridículo, a veces lloro por los ojos también.
- Pues cómo le hacemos, yo lo ví orinando en la vía pública y ese es un delito que se castiga...
- Llorando.
- ¡¿Qué!?
- Estaba llorando en la vía pública y aunque es vergonzoso, no es algo que vaya contra la ley. Así que mejor ahí nos vemos porque tengo que...
- A ver joven, a ver... ¿cree que soy un pendejo?
- Oficial, ¿piensa que YO soy un pendejo? Si le dijera que pienso que sos un pendejo, como de repento siento que lo pienso, entonces eso se constituiría en un delito verdadero. No oficial ni creo que sea un pendejo, no-señor.
- Entonces dice que estaba llorando, con el camarón de fuera, con el cierre abajo, con los pies salpicados de lágrimas... amarillas.
- Exactamente, es una enfermedad muy rara.
- ¿Traerá 20 varos?
-Mire, señor policía. Estoy en contra de la mordida. Para mí es difícil explicar qué pasa con mi enfermedad y más aún a un desconocido. Es decir, usted invade mi privacidad y no lo culpo, digo, estaba... llorando en la vía pública y se prestaba a que alguien llegara a ver por mí. Traté de ocultarme digo ¿a usted le gusta que lo vean llorar? -- con la cabeza me dice que no-- Pues a mí tampoco. Como su compañía me reconfortó un poco, y ya que los secretos son fáciles de transmitir a los extraños... le voy a PRESTAR esos 20 pesos.
- Ándele, sí, préstemelos. Sí, hay que Proteger y Servir, jefe.
- En todo caso, creo que la confusión se presta si alguien me ve por ahí llorando. Pero, si me permite, déjeme hacerle una pregunta antes de darle su dinero. ¿Qué nunca ha orinado transparente sin ningún color amarillento siquiera?
-Oh, pos sí. Pero ándele, tengo que seguir trabajando.

Meto mi mano al pantalón y saco un billete de 20 pesos. Se lo doy.

- Ándele, gracias, jefe. Con este frillesito se antoja un champurrado, ¿no?
- ¡Sí, cómo no. Apenas!
- Ya no ande llorando en la calle, no todos los polis somos tan felxibles y comprensivos.
- No suelo hacerlo, pero... tenía muchas ganas de orinar. Pero ya se me quitaron... por la distracción... de la situación... ¡Adiós!



*tomado de ya con barba

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